Thursday, October 18, 2007

¿Quién le teme a Luis Mandoki? (solo texto)



Por: Jorge Zepeda Patterson



Mucho antes de que en la capital de la industria del cine se hablase de "Frijoliwood" gracias a la irrupción de González Iñárritu, Cuarón, Del Toro, Salma, Gael o Diego Luna, Luis Mandoki ya andaba allí.



Hace 20 años su película Gaby, una historia verdadera, logró la nominación a un Oscar y dos Globos de Oro. En los siguientes años Mandoki se convirtió en un director eficaz y competitivo en Hollywood y en rápida sucesión dirigió a algunos de los actores más cotizados en su momento: Paul Newman, Meg Ryan, Andy García, Kevin Costner, Jennifer López, Charlize Theron, Sonia Braga, Susan Sarandon, James Spader, James Caviezel, Melanie Grifitth, Don Johnson, Courtney Love, Kevin Bacon, entre otros, en una decena de películas.Sin embargo, sus dos filmes más recientes han sido estelarizados por Andrés Manuel López Obrador: El señor López, que vendió casi 2 millones de copias, y El fraude que nadie vio, de la que muchos desearían que no vendiera ninguna. Algunos de sus amigos y colegas consideran inexplicable que Mandoki haya puesto su carrera en stand by, y desperdiciado las oportunidades que ofrece el prestigio del que gozan los realizadores mexicanos en este momento. Ciertamente hacer documentales de denuncia política no es la mejor manera de consagrarse entre la élite profesional de la cinematografí a mundial.

Lo curioso es que Mandoki no se caracterizaba precisamente por tener intereses políticos. Muchas de sus películas son de suspenso, pero también hay comedias y un par de historias románticas. Él mismo carece de formación política y, como muchos colegas del medio artístico, sus preocupaciones giran más en torno a aspectos culturales que estrictamente sociopolíticos. Lo que Mandoki sí tiene es una mirada profundamente humanitaria hacia el dolor de los otros. Su primera gran película, Gaby, describe la dramática historia de una escritora que pese a tener parálisis cerebral y escribir con su pie, logra abrirse camino en un mundo que la desdeña y desprecia. Y la última, Voces inocentes (2006), aborda la tragedia de los niños salvadoreños usados y ultrajados por la guerra de sus mayores. En ambas se trata de historias que ahondan en los escondrijos de la condición humana, no en la política.

Quizá por eso la película El fraude que nadie vio resulta tan peligrosa para muchos. No es una denuncia que ponga en evidencia las triquiñuelas de las altas esferas para impedirle a López Obrador la conquista del poder. O por lo menos no es ese el eje narrativo. Es más bien el relato de los pequeños detalles, las microinfamias a lo largo de todo el proceso y la manera en que fueron vividas, padecidas, por los actores sociales que participaron en él.

Hay una escena en la película que, para mi gusto, ejemplifica aquello que verdaderamente importa a Mandoki. Durante una de las marchas al zócalo, un reportero de televisión se acerca a un hombre que lleva a su hijo en brazos y le increpa: "¿Le parece correcto traer a menores a una marcha?". Sí, contesta el hombre, "venimos a protestar". A lo cual en tono indignado el reportero insiste: "¿Y no cree que es irresponsable que la muchedumbre puede lastimar a su familia?" A lo cual, extrañado, el marchista simplemente responde: "Señor, yo soy la muchedumbre, no puedo lastimar a mi hijo, más lo lastima a él y a mi familia la empresa en la que usted trabaja."

Periodísticamente hablando, lo más relevante son las grabaciones de algunas sesiones de los comités distritales en las que se observa la manera en que algunos presidentes de la mesa precipitan la votación, sabiendo que cuentan con la mayoría, pese a que el representante del PRD mostraba pruebas fehacientes de alguna irregularidad. "Señor, en la urna que estamos revisando hay más votos a favor de Calderón que boletas en la casilla", protestaba. "Sí, ya oímos su argumento, ahora vamos a votar". Mandoki presenta varias escenas de este tipo que parecerían una parodia, una broma de mal gusto, si no supiéramos que son reales.

Gracias al insumo de 35 horas de entrevistas con López Obrador, el director logra algunos minutos que sin duda son los más espontáneos y personales que el tabasqueño haya tenido frente a una cámara. Por momentos consigue sacar a Andrés Manuel de su rol de líder político, y arrancarle algunas expresiones íntimas sobre los acontecimientos y su responsabilidad personal en ellos. A partir de esas 35 horas, AMLO escribió el libro La mafia nos robó la Presidencia, publicado hace un par de meses. Pero por la misma razón que López Obrador es político y no escritor, y Mandoki es cineasta y no político, el documental es mucho mejor que el libro: es un relato más convincente, a ratos conmovedor, sobre las razones que llevaron al tabasqueño a tomar decisiones controvertidas.

Me da la impresión que el director se acercó a López Obrador hace ya más de año y medio simplemente atraído por lo que parecía un buena historia: ¿qué había detrás de este fenómeno de masas? ¿Por qué seguían su causa tantos hombres y tantas mujeres? En el proceso de responder a esa pregunta Mandoki terminó cautivado por la intensidad de las esperanzas de tantos, primero, y luego por la insondable tristeza que produjo la caída.Alguna vez pregunté a Mandoki por qué había hecho esto ("interrumpir" su carrera, hacerse de tantos enemigos poderosos). Él simplemente respondió: "porque no se vale lo que hicieron". Y justamente eso es lo que la película refleja: la indignación honesta y documentada, y la profunda desesperanza que ocasiona la derrota mal habida.

El boicot que se ha intentado en contra de la distribución de la película, implica asestar una doble derrota: los saldos del 2 de julio propiamente dicho, y la posibilidad de escuchar la versión de los vencidos.

Sin duda, hay razones para temer a Luis Mandoki. Será interesante aquilatar la manera en que reaccionarán las audiencias del cine cuando se den cuenta de que viven en un país diferente al que describe la televisión y, como diría el documental de Mandoki, con un presidente distinto al que deberían tener.